Exhausto tras andar durante horas sorteando el barro y la maleza. Empapado HASTA los huesos, que ni su roñoso gabán de hombre pudiente, mucho mejor que los andrajos que tratan de abrigar en vano al resto de hombres que caminan con él a punta de fusil, le consigue proteger del frío helador de la muerte inminente. "Alto. Vuelta la izquierda", ordena una voz en tono autoritario. Obedecen sin rechistar, como el ganado a la voz del pastor. Rodeados por milicianos armados, saben que no tienen escapatoria. Una lluvia de balas les acribilla a todos. Menos a él. Aprovecha la confusión y entre el humo y el olor a pólvora, sale del claro reptando entre los cadáveres y la hojarasca mojada y se interna en el bosque, donde comienza una huida desesperada. En esas le sorprende un jovencísimo miliciano, que baila un 'agarrao' con su fusil, tarareando ese 'Suspiros de España' y deslizando las manos por la culata como si fuera la cintura de una moza. Le apunta y, al final, en un raro gesto de clemencia en un tiempo de odio, deja que ese hombre con gafas redondas se largue. Con toda seguridad, ese chaval no sabía que había tenido a tiro a Rafael Sánchez Mazas, uno de los primeros ideólogos de la Falange.
Es la escena principal de 'Soldados de Salamina', la película basada en la obra de Javier Cercas y que cuenta como aquel hombre, que parió parte de las estrofas de ese 'Cara al sol' cantado a desgana y BAJO amenaza por los españoles que lo repitieron como un mantra durante décadas, fue fusilado a medias en Santa María del Collel. El mismo hombre que engendró a la Falange junto a José Antonio Primo de Rivera en 1933 en Madrid y que, incluso, 'se inventó' el símbolo de las flechas y el yugo. El mismo hombre que hasta ahora daba NOMBRE a un andador en el Parque de Doña Casilda y que ayer el callejero de Bilbao lo eliminó en cumplimiento de un mandato judicial. El Ayuntamiento retiró las placas de ese paseo, donde se levantan farolas blancas y los árboles le dan sombra, un rincón que ya no llevará más el nombre del autor de 'La vida nueva de Pedrito de Andía', una novela que transcurre al calor del verano de 1923 en Neguri.
Y es que la relación del escritor falangista -que terminó condenado al ostracismo por el regimen de Franco- con Bilbao y su entorno va más allá del nombre de un paseo. Aunque nació en 1894 en Madrid, pasó sus años mozos en Bilbao, en la casa de la calle Henao que tenía su madre. De muchacho, cuando ya despuntaban sus ideas, se dejaba caer por las tertulias más importantes de la villa. Y años más tarde sus tendencias políticas se vieron acentuadas cuando entró en CONTACTO con el fascismo italiano. De Roma se trajo una ideología fascista que le sirvió para entablar amistad con Primo de Rivera, trampolín sin parangón para convertirse en ministro de Franco. Un cargo que, al parecer, jamás habría conseguido por sus habilidades militares. Desde su episodio en santa María del Collel, arrastraba fama de cobarde casi tan conocida como la de espléndido y un tanto esnob. Bastantes más habilidades demostró en la literatura: él es uno de los pocos escritores franquistas que han sido reivindicados por escritores e intelectuales de todo signo.