martes, 29 de diciembre de 2015

La Ilustración Anthony Pagden

Retrato anónimo de Voltaire. Museo Carnavalet. / AGENCIA ROGER-VIOLLET
Quizá algunos de los lectores más veteranos recuerden la entonces famosa boutade sesentayochista, atribuida a diversos profesores franceses (yo la leí en una pared de Nanterre, pero algo después): “Platón ha muerto, Hegel ha muerto, Nietzsche ha muerto… y yo no me encuentro nada bien”. Quizá hoy podríamos parafrasearla diciendo: “Montesquieu ha muerto, Voltaire ha muerto, Kant ha muerto… y quienes quisimos ser ilustrados no nos encontramos nada bien”. Pero ¿en qué consiste la Ilustración si no queremos dejarla reducida a otra etiqueta pegada a uno de esos casilleros en los que metemos con calzador un periodo histórico bastante caprichosamente delimitado, cortando al modo en que lo hacía el bárbaro Procusto lo que falta o lo que sobra para que todo confirme la teoría previamente adoptada?
La Ilustración, en todas las épocas en que podemos sin exageración o manipulación detectarla (sea la Grecia clásica, la Roma que inventó y justificó el Derecho, la Edad Media de Abelardo y Guillermo de Occam, Erasmo, el Renacimiento, la era barroca en que aparece la ciencia moderna…), es el esfuerzo por establecer el alcance y límite de lo humano a partir del rasgo humano por excelencia, la razón que deduce, experimenta y concluye, en lugar de aceptar lo que sobre ella establecen las leyendas y costumbres tradicionales. En cualquiera de sus avatares, el ilustrado se alza pidiendo argumentos y debates —la razón nunca es revelación única, sino relación entre varios que no ponen ninguna autoridad divina o humana por encima de ella— y proclama firmemente que así podemos alcanzar las verdades vitales que nos interesan, o al menos aproximarnos con tanteos y dudas a su paulatina elucidación. En una palabra, frente a los creyentes que aceptan, tiemblan y confían, los ilustrados son pensantes que ponen en cuestión, discuten, concluyen… y también confían. Alcanzar una frágil balsa de confianza para flotar sobre tormentas y tormentos, en ese objetivo definitoriamente humano coinciden por caminos opuestos la fe de los sencillos y la razón de los ilustrados.
A partir de La dialéctica de la Ilustración de Adorno y Horkheimer, una obra llena de sugestiones a veces geniales y otras genialoides, pero que en modo alguno zanjaba la cuestión, se puso de moda culpar a la Ilustración de los atroces males totalitarios del siglo XX. Los campos de concentración, tanto Treblinka como el Gulag, provenían de la aplicación del método industrial al exterminio humano. Y claro, ese método industrial como toda forma de razón tecnológica provienen del orgullo ilustrado (¡no hace falta más que hojear la Enciclopedia de Diderot, llena de láminas que diseccionan maquinarias y herramientas!). ¡Y seréis como dioses! El olvido de la piedad y la tradición, la suposición de que todo puede argumentarse y ponerse en cuestión inició la pendiente que llevó a convertir en engranajes a los humanos y en material desechable a quienes no razonaban de acuerdo con la norma establecida por el Estado, ese “monstruo frío” al decir de Nietzsche.
Pero la Ilustración no fue solamente una apología del racionalismo sin cortapisas religiosas o consuetudinarias. Después de todo, la razón ha sido utilizada por todas las culturas humanas en todas las épocas, y las concesiones a la superstición ni antes ni ahora fueron suprimidas. La razón ilustrada estaba al servicio de ideales valorativos, destacadamente la semejanza esencial de todos los seres humanos y su autonomía para planear la vida en común. Como señala Anthony Pagden, “se suele ver en ella el origen intelectual de esa convicción que aún emerge tímidamente entre nosotros de que todos los seres humanos comparten los mismos derechos básicos, de que las mujeres piensan y sienten igual que los hombres o de que los africanos lo hacen igual que los asiáticos”. Las leyes, en la concepción ilustrada, no son herencia indiscutible de la divinidad o los ancestros, sino acuerdos establecidos entre seres más pensantes que meramente creyentes para asegurar el bienestar de la mayoría en este mundo, no para ganar a fuerza de sacrificios y renuncias un lugar bienaventurado en el otro. Por supuesto, ninguno de los grandes autores ilustrados creyó en el dogma irracional de la “omnipotencia de la razón”, ni desdeñó como cosa superflua los sentimientos de benevolencia y compasión: sus mentores jurídicos, como el admirable Cesare Beccaria y otros, se opusieron a la tortura, a la pena de muerte y a convertir los pecados en delitos, por lo que no es difícil suponer lo que hubieran pensado de Hitler, Stalin, Pol Pot o el Estado Islámico.
No cabe duda de que los objetivos ilustrados aún no se han alcanzado del todo, ni de que a veces ideas regeneradoras tuvieron contrapartidas imprevistas y dañinas
No cabe duda de que los objetivos ilustrados aún no se han alcanzado del todo, ni de que a veces ideas regeneradoras tuvieron contrapartidas imprevistas y dañinas. Esa es la agonía actual en que se debate la Ilustración, entendiendo “agonía” en el sentido unamuniano del término, no como los estertores que llevan inexorablemente a la muerte, sino como la lucha por no dejarse abrumar por el pesimismo trascendentalista y no sacrificar la visión universalista a indescifrables y postizos particularismos tribales. Anthony Pagden realiza en su libro un repaso suficiente de lo que la corriente mayoritaria de la revolución ilustrada propuso, de lo que en parte logró y de cuáles fueron algunas de sus patentes deficiencias. También de lo que le objetaron sus principales adversarios en una reacción contra ella que no pretendió en muchos casos mejorarla, sino abandonarla o contrarrestarla. Quizá el mejor resumen de la Ilustración, irónico y desfanatizado como le corresponde, lo hizo Voltaire: “Cuando la naturaleza creó nuestra especie, la dotó de ciertos instintos: el amor propio para nuestra conservación, la benevolencia para la conservación de los otros, el amor que es común a todas las especies y el inexplicable don de combinar más ideas que los restantes animales. Después de asignarnos nuestra cuota, dijo: ‘Ahora, haced lo que podáis”.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Miguel de Cervantes Hombre de Mar

Una providencia de Felipe II que data de 1569, manda prender a Miguel de Cervantes, acusado de herir en un duelo a un tal Antonio Sigura, maestro de obras. Si se tratara realmente de Cervantes, ése podría ser el motivo que le hizo pasar a Italia.
Llegó a Roma en diciembre del mismo año. Allí leyó los poemas caballerescos de Ludovico Ariosto y los Diálogos de amor del judío sefardita León Hebreo (Yehuda Abrabanel), de inspiración neoplatónica, que influirán sobre su idea del amor. Cervantes se imbuye del estilo y del arte italianos, y guardará siempre un gratísimo recuerdo de aquellos estados, que aparece, por ejemplo, en El licenciado Vidriera, una de sus Novelas ejemplares, y se deja sentir en diversas alusiones de sus otras obras.
Se pone al servicio de Giulio Acquaviva, que será cardenal en 1570, y a quien, probablemente, conoció en Madrid. Le siguió por Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara. Pronto lo dejará para ocupar la plaza de soldado en la compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada.
Embarcó en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571 participó en la batalla de Lepanto, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros», formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, «hijo del rayo de la guerra Carlos V, de felice memoria», y hermanastro del rey, y donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués.
Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la batalla de Lepanto, que para él fue, como escribió en el prólogo de la segunda parte del Quijote, la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

sábado, 26 de diciembre de 2015

It is both comforting and daunting to embrace the idea that “character” involves a journey. We have the ability and responsibility to develop our personal character. Based on this premise, David Brooks, the highly regarded New York Times pundit and author, has appropriately entitled his recent book, “The Road to Character.”  The prime ingredient on the bumpy path, according to Brooks, is HUMILITY. Towards the end of this thought provoking book, he summarizes what he calls the “Humility Code.”
The Humility Code:
  1. Human beings seek a life of purpose, meaningfulness, righteousness, virtue and NOT just one of pleasure. Life is essentially a moral drama not a hedonistic one. Holiness is a more noble pursuit than happiness.
  1. The road to character begins with an accurate understanding of our nature and recognizing we are flawed creatures. We have a tendency to be self-centered and over confident. However, we are not the center of the universe.
  1. Although we are flawed creatures, we are splendidly endowed. We have been granted the capacity to take on the struggle of personal improvement.
  1. In this epic battle against our weaknesses, our greatest virtue is humility. However, we cannot do it alone and nor are we expected to.
  1. Pride blinds us to our weaknesses and makes us think we are better than we are. Pride drives us to prove that we are better than others and makes it hard to be vulnerable before those whose love we need.
  1. It doesn’t matter whether we work for a hedge fund or charity; there are heroes and schmucks in both worlds. The most important thing is our willingness to engage in the struggle for virtue. After attending to the basic necessities of living, this is our central purpose.
  1. Character is built in the course of confronting our own weaknesses. This involves much more than what others can see us do or hear us say. Constant small acts of caring, giving, and considerate, humble thinking creates the trend in our lives that results in habitual self discipline rather than remaining a slave to our weaknesses.
  1. People of character are capable of staying attached to a calling, purpose and people through the long run. The things that lead us astray, like fear, gluttony, and vanity are short run. Elements like courage, honesty, humility, (and I would add, self-accountability, respect, abundance…) take us on the long road. Humility also comes from the freedom in understanding that our commitment to these virtues cannot be completed in a lifetime. 
  1. No one can achieve self-mastery on his or her own. If we are to progress in the confrontation with ourselves, we must be humble enough to put ourselves in a state to receive the affection of others. We have to draw outside of our selves to cope with the forces inside.
  1. Life for all of us is “U” shaped. We advance, retreat and so on. The redemption always comes in the form of “grace.” When admitting our failure, help comes in many different forms. When we recognize that you and I are unconditionally accepted and we accept what is, the path forward and accompanying gratitude usually arrives.
  1. Defeating our weaknesses includes the ability to quiet ourselves….to mute the sound of our own egos . Only by quieting ourselves will we be open to the external forces that are waiting to help us. 
  1. The humble person accepts that experience is a better teacher than pure reason. Knowledge is not the same as wisdom. Wisdom is knowing how to behave when perfect knowledge is lacking.
  1. If we serve work that is intrinsically compelling and we strive to be excellent at that, we will likely serve both the community and ourselves. This is most often found by looking and understanding what the world is asking of our vocation and us. If we just try to serve ourselves we likely will never be satisfied. If we just try and serve the community, we may wonder if we’re ever appreciated enough. What problem is addressed or value provided by something you intrinsically enjoy? Serve that.
  1. The wise leader is a steward of her or his organization and tries to leave it in better condition than how she or he found it. A sound leader finds the right balance between competing values and goals.
  1. The individual who takes on the personal struggle to become a better human being may not become rich but will become mature. Maturity does not glitter. It is not about becoming better than anyone else or winning. The most important journey, what Brook describes as the “Road to Character,” is about becoming better today than you and I were yesterday.
Character Moves:
  1. Reflecting on Brooks’ 15 elements of his Humility Code is probably daunting enough. The good news in all this, of course, is that we are all flawed and what Brooks describes as perpetual “stumblers.” The beauty and meaning in life is in the stumbling and becoming more graceful as we travel the character road.
  1. The paradox seems to involve taking ourselves out of being the center of everything while being much more personably accountable for being very centered. It is not all about us and yet at the same time, it is. 

Freud Woolf y Keynes

Virginia Woolf is probably the greatest avant-guard writer of the 20th century. She loved Proust, who had been proposed to her by the Bloomsbury group, for his ability in the description, transformation and psychological analysis of the characters, who were elusive in their inwardness. She hated Joyce for his “whirls of  obscenity”. She practised an intense and continue critical activity, that brought her to think about the problems of literature and the reasons of her poetics. She compared her works with the traditional English literature and she believed that the traditional novel of the 19th century was suitable no more, because of the changes of the society and of the man of her contemporary age. The voyage out and Night and day represented a challenge to the great realistic novel of Tolstoj: was she able to handle the classic realistic tradition of the English novel? These novels must be considered as two moments of the process of self-realization of Virginia as a writer. During her illnesses and psychological diseases, she always fought to build a strong artistic identity, by using her creativity. From 1915 to 1922 she transformed herself in a real writer. Even if her first novels were linked to the tradional literature she was already in great conflict with herself. Virginia considered the plot of a novel as a vulgarity, especially if it was captivating. Her first sperimental step can be found in Jacob’s room, where she decided to break the plot. This novel was written in order to demonstrate the unknowability of the principal character. She considered human beings as shadows who love shadows and whose destiny is to vanish as shadows. We live thanks to fragments. In 1920 Virginia Woolf developed her own vision of life and ego, which determined the formal choice of the interior monologue, the fluidification of the rigid realistic structure and the humanization of the characters, whose inner-life could be more easily penetrated. The exterior appearance of people, that is interested in the physical and social world, is responsible for the concealment of the characters’ inwardness. In Virginia Woolf’s opinion, the external shell of every ego, shaped by personal and familiar passions, was also modified by the influences of Time and Experience. The border of ego is fluid and inconstant, whereas the protagonists of the traditional realistic novel were built on a quite superficial notion of the human ego. Virginia woolf’s characters are rarely held by a precise profile, they are sorrounded by a sense of inexplicability and mistery. The writer wanted to express continuity and mutability of the individual identity at the same time ( To the lighthouse, Mrs. Dalloway, The waves ). As in the works of Joyce, whom Virginia Woolf continued to despise, the principal innovationsof her novels are the interior monologue and the stream of consciousness , which enabled her to explore memories, desires, dreams of her characters, who could be observed in their external and interior appearance. This way of handling the protagonists of her works was even deeper than that of Joyce. Whereas Joyce examined the depths of the Es, she decided to avoid its muddy puddles, since she did not like psychoanalysis. She never let her characters’ thoughts flow out of control, she maintained logical and grammatical organization.H Her technique was based on the fusion of streams of thought into a third-person, past tense narrative. She gave the impression of simultaneous connections between the inner and the outer world, the past and the present, speech and silence. “Moments of being” are rare moments of insight during her characters’ daily lives when theycan see reality behind appearances. In Modern Fiction Virginia Woolf says:
 Life escapes; and perhaps without life nothing else is worth while. It is a confession of vagueness to have to make use of such a figure as this, but we scarcely better the matter by speaking, as critics are prone to do, of reality. Admitting the vagueness which afflicts all criticism of novels, let us hazard the opinion that for us at this moment the form of fiction most in vogue more often misses than secures the thing we seek. Whether we call it life or spirit, truth or reality, this, the essential thing, has moved off, or on, and refuses to be contained any longer in such ill- fitting vestments as we provide. Nevertheless, we go on perseveringly conscientiously, constructing our two and thirty chapters after a design which more and more ceases to resemble the vision in our minds. So much of the enormous labour of proving the solidity, the likeness to life, of the story is not merely labour thrown away but labour misplaced to the extent of obscuring and blotting out the light of the conception. The writer seems constrained, not by his own free will but by some powerful and unscrupulous tyrant who has him in thrall, to provide a plot, to provide comedy, tragedy, love interest, and an air of probability embalming the whole so impeccable that if all his figures were to come to life they would find themselves dressed down to the last button of their coats in the fashion of the hour. The tyrant is obeyed; the novel is done to a turn. But sometimes, more and more often as time goes by, we suspect a momentary doubt, a spasm of rebellion, as the pages themselves in the customary way. Is life like this? Must novels be like this?
Examine for a moment an ordinary mind on an ordinary day. The mind receives a myriad impressions- trivial, fantastic, evanescent, or engraved with the sharpness of steel. From all sides they come, an incessant shower of innumerable atoms; and as they fall, as they shape themselves into the life of Monday or Tuesday, the accent falls differently from of old; the moment of importance came not here but there; so that, if a writer were a free man and not a slave, if he could write what he chose, not what he must, if he could base his work upon his own feeling and not upon convention, there would be no plot, no comedy, no tragedy, no love interest or catastrophe in the accepted style, and perhaps not a single button sewn on as the Bond Street tailors would have it. Life is not a series of gig lamps symmetrically arranged; life is a luminous halo, a semi-transparent envelope surrounding us from the beginning of consciousness to the end. Is it not the task of the novelist to convey this varying, this unknown and uncircumscribed spirit, whatever aberration or com- plexity it may display, with as little mixture of the alien and external as possible? We are not pleading merely for courage and sincerity; we are suggesting that the proper stuff of fiction is a little other than custom would have us believe it.
The proper stuff of fiction does not exist; everything is the proper stuff of fiction, every feeling, every thought; every quality of brain and spirit is drawn upon; no perception comes amiss. And if we can imagine the art of fiction come alive and standing in our midst, she would undoubtedly bid us break her and bully her, as well as honour and love her, for so her youth is renewed and her sovereignty assured.
In 1924 Virginia Woolf reached the highest point of her rebellion against the traditional male novel and she became aware of her poetical and lyrical female talent: she wrote in order to make real the drawing hidden behind the appearances of everyday life through words. Every human being belongs to this drawing: we are the words and the music of a work of art represented by the world. She had been thinking about the character of Clarissa Dalloway for several years. Mrs. Dalloway was an important point of Virginia’s career. It was the first novel in which she used her whole female experience, without any kind of inferiority complex. She used her sense of ecstasy towards life and her awareness of the importance of every moment lived. In this novel she unveiled her original way of narrating: the incessant impressionistic shower of innumerable atoms on the human mind. To the lighthouse is considered her masterpiece, while in Orlando she broke the social link between sexual identity and role, through a fantastic satire. In this novel Virginia Woolf described the life of Orlando, a character inspired by the lesbian aristocrat Vita Sackville-West, in order to defend the androgyny of human beings, our sexual ambiguity, the male and female aspects that coexist in every person. Orlando was rich in irony and echoes from the English Elizabethan literature onwards. Virginia Woolf supported the emancipation of women, she told them to search for an economic independence and for a room of their own in order to find the concentration to write. She exhorted them to write as women but they had to remember that the artist’s mind is androgenic. The feminist writer was born: she still suffered for her exclusion and oppression as a girl, she hated the patriarcal system and she considered herself as a victim of this kind of society. The waves is a novel based on mental spaces, on recitatives or dramatic monologues. Everyone is inseparable from the rest of mankind, everyone is a wave in the stream of life and eternity. Virginia Woolf spoke about the sense of life, of time and changes, of mortality. Only in the novel The years, the writer had to use facts, probably because of the impending menace of the II WW, while inThree Guineas  she underlined the existence of a female culture, different and separated from the male one. The exclusion of women from the social and political life preserved them from corruption. For this reason their diversity had to be transformed into a positive one.Virginia Woolf is considered today as the “Spiritual mother” of the modern movement of cultured women. 
The images Virginia Woolf uses establish her idea of true reality and reject a whole tradition of literature: they are chosen so as to have an air of modernity, to seem intangible, vague and shapeless. The evnts that traditionally make up a story are no longer important. What matters is the impression they make on the characters who experience them. In Woolf’s novels the omniscient narrator disappears and the point of view shifts inside the characters’ minds throough flashbacks, associations of ideas, and momentary impressions presented as a continuous flux.
Woolf’s technique has also been defined as “impressionist” in her attempt to seize the impressions of the individual consciousness, in the use of light and colours. Her use of words is almost poetic; they are allusive and emotional. Rhyme, refrain and metaphore are the main features of Woolf’s poetic style, together with fluidity; in other words that quality of language which flows following the most intricate thoughts and stretches to express the most intimate feelings.

Woolf’s Use of Narrative

viernes, 25 de diciembre de 2015

Elisabeth Roudinesco Freud

 Es decir, que la invención de la subjetividad moderna pasó por convertir al sujeto en algo parecido a un héroe.
R. Exacto. Esa fue la gran labor de Freud: nos convirtió en héroes de nuestras vidas. Piense que a un enfermo de hace un siglo le daban pociones, le metían en un sanatorio y le trataban como a un loco. En cambio, Freud les decía: “Es usted Edipo”. Los psicoanalistas ya no dicen eso, pero sí algo parecido: “Ocúpese de sí mismo. No deje que le traten como a un sujeto que consume medicamentos pasivamente”. Esa teoría del sujeto no existe en el conductismo [la otra principal escuela de psicología, opuesta al psicoanálisis, que estudia el comportamiento y la conducta objetiva y no cree en la existencia de un subconsciente], que es una técnica bastante estúpida, aunque a veces funcione. En mi opinión, cada cual debe ocuparse de su historia personal. Quienes no son capaces de verbalizarla, ni siquiera un mínimo, están condenados a la necedad.
Élisabeh Roudinesco. / LÉA CRESPI
P. Pese a sus efectos en la percepción de la interioridad, muchos autores, como el filósofo Michel Onfray o el historiador ­Mikkel Borch-Jacobsen, siguen definiendo el psicoanálisis como una estafa. ¿Por qué es tan difícil de aceptar?
"Hoy se condena el psicoanálisis apelando a lo que algunos llaman ciencia. La psiquiatría está desapareciendo y los neurólogos se convierten en simples distribuidores de medicamentos"
R. Es una teoría muy contundente que no resulta fácil de digerir. En la primera mitad del siglo pasado se la condenaba en nombre de la moral. Hoy se la condena apelando a lo que algunos llaman ciencia. Hoy día, la psiquiatría está desapareciendo y los neurólogos se convierten en simples distribuidores de medicamentos. El motivo es que tratar a un paciente con un medicamento estandarizado resulta menos costoso que brindarle una terapia personalizada y evolutiva. En ese contexto, es normal que el psicoanálisis y su manera de entender las enfermedades del alma molesten. El problema es que la gente empieza a estar harta de tomar medicamentos. Si suprimimos una doctrina racional como el psicoanálisis como posible solución, la gente harta de los medicamentos se terminará orientando hacia los hechiceros de las medicinas paralelas…
P. ¿Tiene que cambiar el psicoanálisis para sobrevivir?
R. Sí. Debe aspirar a ocupar el lugar que han conquistado los conductistas. Para eso tendrá que transformarse. La gente ya no quiere tumbarse en el diván tres veces a la semana durante los próximos 20 años. El psicoanálisis debe evolucionar al ritmo que lo hace el mundo. Se deberá apostar por terapias más cortas, en las que se reciba al paciente cara a cara y no tumbado en el diván. Deberán aceptar también tratar a cualquier persona, igual que lo haría un médico en el hospital. Las generaciones jóvenes ya están practicando un cambio. Su problema es que solo hacen estudios de psicología y no de ciencias humanas, lo que provoca que los psicoanalistas jóvenes estén peor formados y sean menos cultos. Y para ser psicoanalista no solo se debe ser inteligente, sino también cultivado.
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    jueves, 24 de diciembre de 2015

    David Brooks El Camino del caracter

    Si quisiéramos ser efectistas, podríamos decir que esos logros son como una lista de cosas éticas que hay que hacer antes de morir, las experiencias que deberíamos tener en el camino hacia la mejor vida interior. A continuación encontrarán algunos elementos de la lista:
    1.-ACTITUD MODESTA: Vivimos en la cultura del Gran Yo. La meritocracia quiere que seamos promotores de nosotros mismos. Los medios sociales quieren que transmitamos un video con los highlights de nuestra vida, mientras que padres y maestros se la pasan diciendo que éramos maravillosos.
    Pero la gente que he admirado es honesta sobre sus debilidades; han identificado su mayor defecto, ya sea egoísmo, una desesperada necesidad de aprobación, cobardía, insensibilidad o cualquier otro, y han analizado cómo su mayor defecto hace que se comporten de una forma que los avergüenza. Han logrado una profunda modestia, que ha sido mejor definida como una gran conciencia de sí mismos desde una postura de altruismo.
    2.-AUTODERROTA: El éxito hacia el exterior se logra a través de la competencia, pero el carácter se forma durante la confrontación con nuestras propias debilidades. Dwight Eisenhower, por ejemplo, se dio cuenta desde muy joven de que su principal defecto era el mal genio; por eso cultivó un exterior moderado y alegre para proyectar el optimismo y la confianza de un líder. Para dominar su ira hizo tonterías como escribir los nombres de las personas a las que odiaba en pedazos de papel, hacerlos trizas y tirarlos a la basura. A lo largo de una vida de autoconfrontación desarrolló un temperamento maduro que le ayudó a ser más fuerte que sus debilidades.
    3.-EL BRINCO DE LA DEPENDENCIA: El libro “¡Oh, cuán lejos llegarás!” (“Oh, the Places You’ll Go!”) suele ser un regalo de graduación para muchos. Este volumen sugiere que la vida es un viaje autónomo. Dominamos ciertas habilidades y experimentamos aventuras y desafíos en nuestro camino hacia el éxito personal. Esta visión individualista sugiere que el carácter es una pequeña figura de hierro que representa nuestra fuerza de voluntad interna, pero la gente que está en el camino hacia el desarrollo del carácter entiende que ninguna persona puede lograr el autodominio por sí solo.
    La voluntad, la razón y la compasión personal no son lo suficientemente fuertes para derrotar al egoísmo, orgullo y autoengaño. Todos necesitamos a los demás para redimirnos. La gente que está en este camino ve la vida como un proceso para hacer compromisos.
    El carácter se define por cómo tiene uno los pies sobre la tierra. ¿Qué tan entrañables son las conexiones que nos mantienen en pie en los momentos difíciles y qué nos empuja hacia el bien? En el ámbito del intelecto la persona de carácter desarrolla una filosofía sobre las cuestiones esenciales. En el campo de la emoción, esta gente está embebida en una red de amores incondicionales y, en el de la acción, está comprometida a realizar tareas que no podrían terminarse en el transcurso de una vida.
    4.-AMOR QUE LLENA DE ENERGÍA: En su juventud, la vida de Dorothy Day fue un caos: bebía, se iba de juerga, tuvo un par de intentos de suicidio, se dejaba llevar por sus deseos y parecía incapaz de darle una dirección a su existencia. Pero el nacimiento de su hija la cambió: “Si hubiese escrito el libro más grandioso, compuesto la mejor sinfonía, pintado el lienzo más hermoso o tallado la figura más exquisita no me habría sentido tan emocionada como cuando pude cargar a mi hija entre los brazos”, escribió al respecto.
    Este tipo de amor elimina el egoísmo del ser. Nos recuerda que nuestras verdaderas riquezas están en el otro. Ese amor electriza, nos pone en un estado de necesidad y hace que resulte placentero servir a quienes amamos. El amor que sentía Day por su hija se derramaba hacia el exterior e iba en aumento. Por eso escribió que “ninguna criatura humana podría recibir, ni contener un afluente de amor y felicidad tan vasto, como el que sentí después del nacimiento de mi hija; me trajo la necesidad de alabar, de adorar”.
    Day hizo compromisos sólidos en todos los sentidos; se volvió católica, fundó un periódico radical, abrió hogares para los pobres y vivió entre ellos, aceptó con los brazos abiertos a la pobreza como una forma de construir comunidad, no sólo para hacer el bien, sino para ser buena. Este regalo de amor vence, algunas veces, el egoísmo natural que todos sentimos.
    5.-EL LLAMADO DENTRO DEL LLAMADO. Todos acabamos en una profesión por diversas razones: dinero, estatus o seguridad. Pero algunas personas tienen experiencias que convierten a su profesión en un llamado. Estas vivencias tranquilizan al ser; lo que importa es vivir a la altura de las normas de excelencia del oficio.
    A inicios del siglo XX Frances Perkins era una joven activista, amable y un poco refinada, que abogaba por las causas progresistas. Pero un día se topó con el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist y fue testigo de cómo docenas de trabajadores de la industria textil se arrojaban a la muerte para evitar quemarse vivos. Esa experiencia avergonzó su sentido ético y purificó su ambición. Ése fue su llamado dentro del llamado.
    Después de ese incidente se convirtió en un instrumento de la causa de los derechos de los trabajadores; estaba dispuesta a trabajar y comprometerse con quien fuera y abrirse paso ante la duda, incluso cambió su apariencia para poder ser un instrumento más efectivo para el movimiento. En el gobierno de Franklin D. Roosevelt se convirtió en la primera mujer en el gabinete de Estados Unidos, y se erigió como una de las más grandes figuras cívicas del siglo XX.
    6.-EL SALTO DE LA CONCIENCIA: En muchas ocasiones hay un momento donde las personas se despojan de todos los símbolos de marca y estatus, de todo el prestigio derivado de haber ido a una escuela en particular o de haber nacido en el seno de una determinada familia. Estas personas se salen de la lógica utilitaria y rompen las barreras de sus miedos.
    La novelista George Eliot (su nombre real era Mary Ann Evans) fue un desastre en su juventud; era emocionalmente inestable y se enamoraba de cualquier hombre que conocía. Finalmente, en sus treinta, conoció a George Lewes, quien se había separado de su esposa pero seguía casado legalmente. Si Eliot se iba con Lewes, la sociedad le pondría la etiqueta de adúltera; perdería a sus amistades y sería rechazada por su familia. Le tomó una semana decidirse pero, finalmente, se fue con Lewes. “Los frágiles lazos que se rompen fácilmente son los que no deseo, en la teoría, ni los que quiero vivir en la práctica. Las mujeres que están satisfechas con esos vínculos no actúan como lo he hecho yo”, escribió.
    Eligió bien; su carácter se estabilizó y aumentó su capacidad de ser empática. Vivía en un estado de amor constante y devoto por Lewes, el tipo de segundo amor que llega cuando una persona crece y, aunque esté marcada por algunas heridas, se siente plena en medio de sus responsabilidades. Lewes la ayudó a convertirse en una de las más grandes novelistas de todos los tiempos y juntos transformaron la necesidad en constancia.
    Los oradores principales de las ceremonias de graduación siempre dicen que la gente debe seguir su pasión; ser fiel a sí misma. Ésta es una visión de vida que comienza en uno mismo y termina en uno mismo, pero la gente que está en el camino hacia la luz interior no encuentra su vocación preguntándose ¿qué quiero de la vida? Se pregunta ¿qué quiere la vida de mí? ¿Cómo puedo hacer que mi talento ayude a aliviar las profundas necesidades del mundo?
    Con frecuencia sus existencias siguen un patrón de derrota, reconocimiento y redención. Experimentan momentos de dolor y sufrimiento, pero llevan su autocomprensión al límite, a mantenerse en el camino o hacer arte. Como lo describió Paul Tillich: “el sufrimiento nos confronta con nosotros mismos y nos recuerda que no somos la persona que creíamos ser”.
    Para la gente que recorre este camino, los momentos de sufrimiento son piezas de una historia mucho más grande; no viven para ser felices, conforme a la definición tradicional de la palabra. Para ellos la vida es un drama ético y sólo se sienten satisfechos cuando están inmersos en la lucha por algún ideal.
    Esta es la filosofía de los que se tambalean, esos que andan por la vida arrastrando los pies, un poco fuera de balance. Pero son los que se enfrentan a su naturaleza imperfecta con una honestidad brutal, con lo opuesto a la aprensión. Al reconocer sus limitantes, los que se tambalean tienen un serio oponente al que deben vencer y trascender; andan por ahí con los brazos abiertos, listos para recibir y brindar su ayuda. A su lado están los amigos para mantener conversaciones profundas, confortarse y aconsejarse.
    Nunca satisfacen sus ambiciones porque siempre hay algo más que lograr, pero quienes se tambalean experimentan muchos momentos de gozo. Sienten alegría al elegir con libertad la obediencia a las organizaciones, las ideas y la gente; también cuando se tambalean en compañía. Viven un gozo estético al contemplar una acción éticamente buena; cuando se encuentran con alguien que es callado, modesto y positivo; cuando ven que sin importar la edad que tengan, saben que aún hay mucho por hacer.
    Los que se tambalean no construyen su vida en torno a ser mejores que los demás, sino en ser mejores de lo que eran antes. Inesperadamente les sobrevienen trascendentes momentos de profunda tranquilidad y, durante la mayor parte de sus vidas, sus ambiciones externas e internas son fuertes y están en equilibrio.
    Con el tiempo, en momentos de una rara felicidad, las ambiciones profesionales hacen una pausa, el ego se toma un descanso y observan un día de campo o una cena y se sienten sobrecogidos por un sentimiento de gratitud ilimitada. Ellos aceptan el hecho de que la vida los ha tratado mucho mejor de lo que merecían.
    Esas son las personas que queremos ser.

    viernes, 11 de diciembre de 2015

    A las mujeres no se nos permite hablar de esto, pero lo que no se dice se piensa.

    AUTOR
    "A las mujeres no se nos permite hablar de esto, pero lo que no se dice se piensa. No hay nada más peligroso que lo reprimido y lo oculto". María Adánezdice sobre el escenario del Teatro María Guerrero estas palabras escritas porEmilia Pardo Bazán en 1889 en 'Insolación'. Y hoy, en 2015, siguen sonando de máxima actualidad. 
    La Pardo Bazán más feminista y reivindicativa vuelve a alzar la voz en una época en la que el techo de cristal, la violencia machista o la desigualdad de oportunidades siguen dominando los titulares y la realidad a través de la adaptación teatral de su novela, dirigida por Luis Luque y en versión dePedro Víllora (hasta el 24 de enero). 
    "En su época, en la que estaba más vigente el encorsetamiento de la mano masculina, fue una novela muy feminista y revolucionaria. Hoy en nuestro 2015 podríamos contar con 'Insolación' que la igualdad respecto al hombre en derechos humanos y del poder pasa por una revolución femenina que sigue siendo necesaria. Evidentemente no estamos igual. En España hemos avanzado pero en la mayoria del mundo la mujer sigue reprimida, acosada y en un segundo plano. En 'Insolación' lo que contamos es la importancia del derecho a elegir", explica Adánez a El Confidencial, que da vida a Asís Taboada, marquesa de de Andrade.
    La defensa de ese derecho a decidir y de la libertad de las mujeres es lo que resume esta obra que tuvo muchísimas críticas en el momento de su publicación. 'Insolación' es una historia de amor, pasión y deseo libre y sin corsés. Y escrita por una mujer. Toda una revolución. Tanto que fueconsiderada hasta pornográfica por la crítica. Emilio Bobadilla llegó a escribir que "una señora, lo que se llama una señora, no una disfrazada de señora -¡hay tantas que a la postre resultan unas tías!- no admite de buenas a primeras, y con ocasión de ir a la iglesia, la invitación de un hombre casi desconocido a una romería donde menudean los navajazos y las borracheras. ¿Qué amor religioso es ese que prefiere la juerga al rezo?". No fue el único y otros como el escritor José María Pereda se unieron al linchamieto a Emilia Pardo Bazán.
    'Insolación' tiene un punto autobiográfico. Emilia Pardo Bazán se la dedicó aJosé Lázaro Galdiano, editor y coleccionista de arte, con quien tuvo un affaire en Barcelona en 1888 y que confesaría después a Benito Pérez Galdós, con quien mantenía una relación de más de 20 años a pesar de que estaba casada con José Antonio de Quiroga y Pérez de Deza (de quien se separó en 1884 después de que le exigiera dejar de escribir tras la publicación de 'La cuestión palpitante').
    "Nada diré para excusarme, y sólo a título de explicación te diré que no me resolvía a perder tu cariño confesando un error momentáneo de los sentidos fruto de circunstancias imprevistas. Eras mi felicidad y tuve miedo a quedarme sin ella. Creía yo que aquello sería para los dos culpables igualmente transitorio y accidental. Me equivoqué: me encontré seguida, apasionadamente querida, y contagiada", le escribió en una carta pidiéndole perdón.

    "Yo no veré un país con igualdad absoluta"

    María Adánez protagoniza 'Insolación'
    María Adánez protagoniza 'Insolación'
    "No es sólo que retrate a una mujer que tiene una relación con un hombre sino que es más joven que ella. Hoy, que una mujer esté con un hombre más joven sigue estando mal visto, pero un hombre puede hacerlo sin problema. Se sigue viendo mal. El gran amor de Emilia Pardo Bazán fue Pérez Galdós pero tenían amantes consentidos y en esta obra describe una relación con un hombre que acababa de conocer y habla sin tapujos del deseo", relata la actriz, que está acompañada en el escenario por Chema León, José Manuel Poga y Pepa Rus. "Si este conflicto lo hubiera protagonizado un hombre, no habría conflicto ni obra".
    La Pardo Bazán, apodada 'la inevitable' por sus colegas, se hizo un hueco en un mundo de hombres de forma rotunda con su obra y su labor en defensa de la educación y de las mujeres. "Es la única mujer de la historia que tuvo un puesto en el Ateneo, no la dejaron entrar en la RAE, y fue una de las instigadoras de la educación pública junto a Giner de los Ríos. Seguramente hoy su obra sería más valorada y reconocida si hubiera sido un hombre. Sin duda", afirma la actriz.
    La discriminación femenina de siglos sigue en un mundo que es de los hombres y que está escrito y dirigido por los hombres
    Por eso, Adánez defiende la importancia de la educación en la lucha por la igualdad. "Tengo 39 años y yo no veré un país con igualdad absoluta entre hombres y mujeres. Ojalá las generaciones venideras sí, pero arrastramos un patriarcado de muchos siglos y no es una cuestión de tres o 30 años. Se ha avanzado hacia la igualdad pero la discriminación femenina de siglos sigue enun mundo que es de los hombres y que está escrito y dirigido por los hombres. Las mujeres nos estamos haciendo un hueco en un mundo basado en las leyes masculinas", reflexiona.
    'Insolación', esa enfermedad del sol y del amor a la que hace referencia la obra, no sólo retrata esa pasión de una mujer hacia un hombre desconocido sino que Pardo Bazán también traza un retrato certero, sin revanchas ni nacionalismos -y, por tanto, muy oportuno hoy-, de las dos Españas: la del norte y la del sur (la marquesa de Andrade es gallega y el  apuesto Pacheco, gaditano) o, lo que es lo mismo, de la aristocracia y el pueblo de finales del siglo XIX. Y lo hace resaltando ese encuentro unificador entre ambos mundos. "Su lectura no es nada clasista. No hay lucha de clases ni sentimiento de pérdida o de honor. No hay nada de resentimiento en 'Insolación'. Se toca de una forma muy lúdica el tema retratando el momento que le tocó vivir en esa España con la aristocracia en decadencia y a las puertas de la Revolución Industrial", añade Adánez.