lunes, 24 de noviembre de 2014

Javier Cercas nos presenta a Rafael Sanchez Mazas

Exhausto tras andar durante horas sorteando el barro y la maleza. Empapado HASTA los huesos, que ni su roñoso gabán de hombre pudiente, mucho mejor que los andrajos que tratan de abrigar en vano al resto de hombres que caminan con él a punta de fusil, le consigue proteger del frío helador de la muerte inminente. "Alto. Vuelta la izquierda", ordena una voz en tono autoritario. Obedecen sin rechistar, como el ganado a la voz del pastor. Rodeados por milicianos armados, saben que no tienen escapatoria. Una lluvia de balas les acribilla a todos. Menos a él. Aprovecha la confusión y entre el humo y el olor a pólvora, sale del claro reptando entre los cadáveres y la hojarasca mojada y se interna en el bosque, donde comienza una huida desesperada. En esas le sorprende un jovencísimo miliciano, que baila un 'agarrao' con su fusil, tarareando ese 'Suspiros de España' y deslizando las manos por la culata como si fuera la cintura de una moza. Le apunta y, al final, en un raro gesto de clemencia en un tiempo de odio, deja que ese hombre con gafas redondas se largue. Con toda seguridad, ese chaval no sabía que había tenido a tiro a Rafael Sánchez Mazas, uno de los primeros ideólogos de la Falange.
Es la escena principal de 'Soldados de Salamina', la película basada en la obra de Javier Cercas y que cuenta como aquel hombre, que parió parte de las estrofas de ese 'Cara al sol' cantado a desgana y BAJO amenaza por los españoles que lo repitieron como un mantra durante décadas, fue fusilado a medias en Santa María del Collel. El mismo hombre que engendró a la Falange junto a José Antonio Primo de Rivera en 1933 en Madrid y que, incluso, 'se inventó' el símbolo de las flechas y el yugo. El mismo hombre que hasta ahora daba NOMBRE a un andador en el Parque de Doña Casilda y que ayer el callejero de Bilbao lo eliminó en cumplimiento de un mandato judicial. El Ayuntamiento retiró las placas de ese paseo, donde se levantan farolas blancas y los árboles le dan sombra, un rincón que ya no llevará más el nombre del autor de 'La vida nueva de Pedrito de Andía', una novela que transcurre al calor del verano de 1923 en Neguri.
Y es que la relación del escritor falangista -que terminó condenado al ostracismo por el regimen de Franco- con Bilbao y su entorno va más allá del nombre de un paseo. Aunque nació en 1894 en Madrid, pasó sus años mozos en Bilbao, en la casa de la calle Henao que tenía su madre. De muchacho, cuando ya despuntaban sus ideas, se dejaba caer por las tertulias más importantes de la villa. Y años más tarde sus tendencias políticas se vieron acentuadas cuando entró en CONTACTO con el fascismo italiano. De Roma se trajo una ideología fascista que le sirvió para entablar amistad con Primo de Rivera, trampolín sin parangón para convertirse en ministro de Franco. Un cargo que, al parecer, jamás habría conseguido por sus habilidades militares. Desde su episodio en santa María del Collel, arrastraba fama de cobarde casi tan conocida como la de espléndido y un tanto esnob. Bastantes más habilidades demostró en la literatura: él es uno de los pocos escritores franquistas que han sido reivindicados por escritores e intelectuales de todo signo.

Maria Ferrer, Daniel Angelats y Joaquim Figueres Los Amigos del Bosque

Sucedió HACE unas semanas en el santuario de El Collell (La Garrotxa), durante el rodaje de la película Soldados de Salamina. De entre todo el equipo dirigido por David Trueba, la atención de los curiosos se centraba sobre todo en los actores profesionales, pero había tres personajes secundarios que, sin ser los autores de la novela, disfrutaban firmando libros y contando su historia a quien quisiera escucharles. Eran tres personajes que se interpretaban a sí mismos. Sus NOMBRES: Maria Ferrer, Daniel Angelats y Joaquim Figueres. Nada que ver con el star system ni con los grandes nombres de la gran pantalla; y, sin embargo, ellos son los 'amigos del bosque' de la novela. Tienen más de 80 años, pero conservan perfectamente en la memoria los hechos que dieron origen a la exitosa novela de Javier Cercas. Fue en enero de 1939 CUANDO se encontraron cerca de Banyoles, vagando por el bosque después de que consiguiera huir de la muerte, a Rafael Sánchez Mazas, fundador e ideólogo de Falange.
Rodaje de 'Soldados de Salamina'. Tres personajes de edad explican la historia, incluso firman autógrafos: son los 'amigos del bosque'
ENTRE otros méritos de Soldados de Salamina, está el de haber rescatado del olvido a los tres 'amigos del bosque', a tres personas que habían contado su historia miles de veces en el pueblo sin que nadie les prestara demasiada atención. Las historias de la guerra cansaban. Ahora, sin embargo, son tan famosos que les llaman de toda España para entrevistarles y, en las pausas del rodaje, incluso firman junto a Cercas NUMEROSOS ejemplares deSoldados de Salamina. Y es que no pasa CADA día lo de ejercer de personaje de una novela de éxito.
CUANDO la película se estrene, a principios de 2003, los tres 'amigos del bosque' tendrán ocasión de multiplicar todavía más su inesperada fama, lograda gracias a este libro que mezcla hábilmente realidad y ficción, historia y literatura. De hecho, rebobinando la cinta de la historia, vale la pena recordar que todo empezó precisamente en esta misma sección, cuando a Javier Cercas, un cronista de primera, se le ocurrió relacionar en esta página la muerte del poeta Antonio Machado en Colliure con el episodio de la huida de Rafael Sánchez Mazas, una vez que se librara de ser fusilado en El Collell. Eran dos hechos paralelos de dos bandos distintos de una misma tragedia: la de la guerra civil española.
A partir de la crónica de Javier Cercas, la máquina de la historia y de la literatura se puso en marcha y un historiador de Banyoles, Miquel Aguirre, escribió a Cercas, profesor de Literatura Española en la Universidad de Girona, para decirle que tenía más información sobre el tema. Fue Aguirre quien puso en CONTACTO a Javier Cercas con Jaume Figueras, concejal del Ayuntamiento de Cornellà de Terri e hijo de Pere Figueras, uno de los 'amigos del bosque' de Sánchez Mazas. A través de Jaume, Cercas conoció a Joaquim Figueras, hermano de Pere, a Maria Ferrer y a Daniel Angelats, los 'héroes anónimos' de esa historia que tenía todos los ingredientes para convertirse en una novela de éxito. Tanto Maria como Jaume y Daniel eran jóvenes veinteañeros cuando se toparon con Sánchez Mazas y es sólo ahora, más de 60 años después y gracias a la novela de Cercas, que su 'acto de generosidad y de amistad' ha pasado a ser de dominio público.
En la película, como en la novela, se entrecruzan realidad y ficción hasta el punto de que cuesta distinguir dónde está la línea divisoria. Daniel Angelats, Maria Ferrer y Joaquim Figueras se interpretan a sí mismos, mientras que el historiador Miquel Aguirre hace un pequeño papel de cura en el santuario de El Collel. En principio, Aguirre tenía que hacer de sí mismo, pero al final su papel lo interpreta un actor profesional. Con lo cual, el Aguirre de ficción y el real hacen una especie de tráfico de PERSONALIDAD. Lo mismo le ha ocurrido a Javier Cercas, que se ha visto sustituido en la pantalla, en una pirueta cinematográfica, nada menos que por la actriz Ariadna Gil.
Siguiendo con las trampas y con la magia del cine, PARA uno de los papeles estelares, de la novela, el del republicano Miralles, el hombre que renuncia a ejecutar a Sánchez Mazas al final de la contienda, David Trueba había pensado en el cartelista y fotógrafo Carles Fontserè, pero después de unas pruebas, ambos optaron por desechar la idea. Fontserè, que a sus 86 años vive precisamente en la zona donde se desarrollan los hechos de la novela, en una idílica masía en Porqueres, comenta con su sonrisa de murri: 'Me siento demasiado joven para interpretar el papel de un viejo. Además, tenía que aprenderme muchas frases y yo no sirvo para esto. Prefiero dedicarme a escribir el tercer volumen de mis memorias'. En cambio, en otra vuelta de tuerca, quien sí aparecerá en la película es Terri, la esposa de Fontserè, que representa un pequeño papel COMO recepcionista del hospital adonde acude Cercas (Ariadna Gil en la pantalla) buscando a Miralles. Para acabar de liar esa mezcla constante de lo real con lo imaginado, Terri, que es norteamericana de nacimiento, interpreta en la película a una recepcionista francesa. La escena, por cierto, se rodó en Caldes de Malavella, que en la pantalla, gracias a la magia del cine, colará como un hospital francés.
Visto el enorme éxito de la novela de Javier Cercas, en la comarca del Pla de l'Estany ya se están frotando las manos pensando en una posible 'Ruta Soldados de Salamina' que atraería a gran número de lectores ansiosos por contemplar los escenarios donde se desarrolló la acción y por tratar de discernir los imprecisos límites de la realidad y la ficción. Como era de esperar, TAMBIÉN aquí ha saltado la polémica: la vecina comarca de la Garrotxa, donde está situado el santuario de El Collell, ha levantado la voz para no quedar excluida de este hipotético pastel. Y es que no se encuentra cada día un filón de estas dimensiones. ¿Verdad, Javier? Y la novela se sigue vendiendo.

Javier Cercas Los AMIGOS del BOSQUE

Apenas dos meses antes del final de la guerra civil española dos mil presos se hacinaban en la cárcel que el ejército republicano había INSTALADO en el Monasterio de Santa María de Collell. Entre ellos se encontraban un buen NÚMEROde miembros de la quinta columna de Barcelona y la mayoría de los prisioneros de guerra hechos en Teruel y Belchite. El día 29 de enero de 1939 unos quinientos de aquellos presos fueron concentrados en la azotea del Monasterio y allí se dio lectura a una lista de 50 hombres a quienes horas más tarde se anunciaría que iban a trabajar en la construcción de un campo de aviación en Bañolas. Ninguno lo creyó.
En la mañana del día siguiente esos 50 hombres fueron llamados al patio de la cárcel. Uno de ellos, José Mª Poblador, con las piernas llenas de “atroces forúnculos” e incapacitado para dar un solo paso, fue devuelto a la celda. Pero un hombre más había sido incorporado a esa fatídica lista: se trataba de Rafael Sánchez Mazas, carnet número 4 de Falange, por detrás de Ramiro Ledesma Ramos, José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda, y tras la muerte de éstos el más antiguo miembro vivo del partido fascista español.
Los 50 hombres salieron a la carretera y avanzaron en 10 filas de 5 en fondo. Sánchez Mazas ocupaba el primer lugar de la derecha en la segunda fila. A unos 150 metros del Monasterio se les ordenó desviarse y penetrar por una estrecha vereda en el interior del bosque. Al llegar a una pequeña explanada una voz que salió de detrás de unos arbustos ordenó que dieran media vuelta a la izquierda. El grupo quedó compuesto entonces por 5 filas de 10 hombres cada una y, en ese momento, cuatro o cinco ametralladoras situadas tras aquellos mismos arbustos comenzaron a disparar al grupo. Lo que ocurrió después es de sobra conocido: Sánchez Mazas logró escapar y esconderse en el bosque. Allí lo DESCUBRIÓ un joven miliciano: lo encañonó con su fusil, lo miró a los ojos y lo dejó escapar con vida.
Esta historia era bien conocida por quienes de una FORMA u otra se habían acercado a la vida y obra de Sánchez Mazas (ENTRE otros, claro está, por Andrés Trapiello, que ya la había contado en Las armas y las letras).  Javier Cercas la conoció por boca del escritor Rafael Sánchez Ferlosio, uno de los hijos de Sánchez Mazas, en 1994, cuando aquél fue a Gerona a dar una serie de conferencias en la Universidad, y le sirvió de base PARA escribir Soldados de Salamina, el gran éxito de la literatura española de los últimos AÑOS. De esa novela David Trueba ha hecho una fantástica película, llena de emoción y sensibilidad, y muchas de las claves de esa novela y de esa película se hallan en el libro Diálogos de Salamina, que recoge, ordenadas y editadas por Luis Alegre, las conversaciones que Cercas y Trueba mantuvieron sobre aquella novela y su adaptación cinematográfica.
No todos han creído sin embargo la historia del fusilamiento de Sánchez Mazas. Entre ellos el escritor y periodista Gregorio Morán, que ya en 1982, en su libro Los españoles que dejaron de serlo, advertía que el fusilamiento de Sánchez Mazas no fue sino una leyenda “fabricada gracias a su imaginación y a la ayuda de algunos amigos tan imaginativos y cínicos COMO él”, entre ellos, y de forma destacada, Eugenio Montes. En un artículo reciente Morán ha precisado que la razón por la que Sánchez Mazas se inventó la historia de su fusilamiento en enero de 1939 se debió a que fue él mismo quien habría delatado a todos los miembros que conocía de la quinta columna barcelonesa, veinte de los cuales (entre ellos algunos significados jefes como Carlos Carranceja, José Ferrer y Juan Manuel de Benito) fueron fusilados en las costas de Garraf el 4 de abril de 1938. Debía lavar pues su mala conciencia de delator y tenía buen interés en que corriera la leyenda de que también él se había enfrentado a un pelotón de fusilamiento. Todo podría ser, pero en cualquier caso Gregorio Morán parece olvidar que “los amigos del bosque” que ayudaron y protegieron a Sánchez Mazas en su huida (Daniel Angelats, Joaquim Figueras y María Ferré) avalaron los hechos y participaron con su testimonio en la película de Trueba; que Pere Figueras, otro “amigo del bosque” ya fallecido, conservó toda su vida la libreta en la que Sánchez Mazas tomó notas de lo sucedido y que hoy está en poder de su hijo Jaume Figueras; y, sobre todo, que de ese fusilamiento hubo otro superviviente, el aragonés Jesús Pascual Aguilar, que contó todo lo sucedido en su libro Yo fui asesinado por los rojos, publicado en Barcelona en 1981, quince años después de la muerte de Sánchez Mazas y mucho antes de que éste alcanzara la popularidad de que hoy goza gracias, en PARTE, a la reedición que de algunas de sus obras hizo Andrés Trapiello y, sobre todo, a la publicación de Soldados de Salamina.
Fue David Trueba quien nos dijo a Félix Romeo y a mí que Jesús Pascual era aragonés. Nos pusimos inmediatamente a buscar el libro –muy raro, por tratarse de una pequeña edición de autor- y COMO ustedes habrán adivinado –no podría ser de otra manera- yo lo encontré primero. El libro, si hacemos abstracción de la ideología del autor, que la verdad no es esfuerzo pequeño, se lee con enorme interés, como una apasionante novela de aventuras.
Jesús Pascual Aguilar, nacido en Alcorisa pero descendiente de Molinos, cuna de todos sus antepasados “hasta donde alcanza la memoria familiar”, residía en Barcelona en 1936, aunque por intereses familiares había resuelto trasladar su residencia a Zaragoza. No pensaba INSTALARSE en la capital aragonesa hasta mediados de septiembre y por ello había decidido pasar el verano en Molinos. Allí le sorprendió la sublevación el 18 de julio. Aunque no era todavía miembro de Falange, sí mostraba una decidida simpatía por el movimiento fascista español y había acudido -con intención de afiliarse, aunque unos incidentes lo impidieron- a una charla o mitin de José Antonio Primo de Rivera en la calle de Rosich de Barcelona. En cualquier caso conocía de memoria los 27 puntos programáticos de Falange Española y de las JONS y era suscriptor de la revista FE.
A finales de julio –y un poco antes de que regresaran a Molinos los republicanos que habían huido tras el golpe militar- huye del pueblo y se refugia en el monte. Decide volver cuando el comité constituido para gobernar el pueblo le asegura que va a respetar su vida. Así sucede en efecto, aunque le prohíben salir del pueblo. Son asesinados el cura (José Pinillos) y 18 derechistas más, casi todos amigos y parientes de Jesús Pascual (el hermano de su madre entre ellos y el hijo de éste). TRABAJAdurante ese tiempo en lo que le ordena el comité (inventariar las fincas del pueblo, limpiar las calles, trasladar a orillas del río los restos de la hoguera en que acababa de arder cuanto había en la iglesia…) hasta que a principios de noviembre unos amigos falangistas disfrazados de jerarcas republicanos consiguen sacarlo del pueblo y llevarlo a Barcelona. Uno de ellos es el abogado Enrique Mora, que habría de llegar a ser –por delegación de Luys Santa Marina, que estaba por entonces en la cárcel con dos sentencias de muerte- jefe de la Falange barcelonesa.
Una vez en Barcelona se afilia a la Falange clandestina –entonces dirigida por Francisco José Gutiérrez González, a quien Mora sustituiría- y comienza a trabajar en la quinta columna, que no fue nunca una sola organización sino un conjunto de grupos relacionados entre sí: “Socorro Blanco”, “ Luis de Ocharán” (del que formó parte el escritor Félix Ros), “Todos” (a cuyo frente se hallaba Paco Sáenz Iñigo, uno de los hombres más conocidos de la Falange barcelonesa) y otros dirigidos por Angel Martínez Robles, José María Matas Orriols ( que había pertenecido como la mayoría de su grupo a las juventudes de la Lliga de Cambó), Lorenzo Armillas García (antiguo miembro de Renovación Española), Fidel Osete Sanz (relacionado con estudiantes de Medicina, entre los que estaba Espriu, hermano del célebre poeta) o José Ferrer Recaséns. El grupo más NUMEROSO, con más de mil miembros perfectamente controlados, respondía a las siglas J.M.B., iniciales del impresor Juan Manuel de Benito, jefe del mismo junto con el oficial de notarías José López Pastor. Una vez encarcelado Enrique Mora, Santa Marina delegó el mando de la Falange en un triunvirato formado por Carlos Carranceja, José López Pastor y el propio Jesús Pascual. Detenidos poco después los dos primeros (López Pastor con la lista de sus mil quintacolumnistas, de los que ochocientos fueron detenidos en menos de 72 horas), sólo el aragonés quedó en libertad PARA dirigir la Falange barcelonesa.
Perseguido por el S.I.M. y condenado a muerte en rebeldía, Pascual anduvo huido y escondido hasta que la tarde del 13 de agosto de 1938 fue detenido en casa de otro quintacolumnista, Francisco Fages, en la calle de Londres. Acababa de enterarse de que sesenta y tres de sus compañeros habían sido fusilados dos días ANTES en el Castillo de Montjuich. Fue llevado a la cheka de Vallmajor, oficialmente denominada “Preventorio D”, y allí estuvo hasta que el 24 de enero de 1939 fue trasladado al Monasterio de Santa María de Collell.
         Seis días más tarde Jesús Pascual era uno de los cincuenta presos que caminaban hacia la muerte en aquellas diez filas de cinco en fondo. Detrás de Sánchez Mazas, Pascual ocupaba el segundo lugar de la derecha en la tercera fila. Cuando comenzaron los disparos y Pascual vio huir a Sánchez Mazas decidió seguirlo. Le vio resbalar y caer y le animó a levantarse y a seguir corriendo. Pascual ya no se detuvo ni volvió la cabeza en un buen trecho y pronto advirtió que se habían separado. Ya no volvió a verlo hasta algunos meses más tarde: para entonces Sánchez Mazas era ya ministro de Franco. El bosque en el que Pascual se internó era frondoso y parecía interminable. Pidió ayuda y cobijo en una de las masías que por allí había diseminadas. Le atendieron un hombre de unos sesenta años –Jaime Corominas- y su hijo, un joven de la edad de Pascual, que se apiadaron de él y le ofrecieron ropa y comida. A pesar de que se negaron a albergarle en la casa, acordaron con él que durante el día permanecería escondido en el bosque y que por la noche podría refugiarse en un pajar apartado de aquélla. Así estuvo hasta el 8 de febrero. Ese día Corominas le comunicó que las tropas de Franco habían llegado al Monasterio. El hijo le acompañó hasta allí y así terminó su extraordinaria aventura.
         Pascual explica en su libro que Sánchez Mazas y él pudieron salvarse de las balas por ocupar en el grupo los lugares más propicios PARA ello. No se podía huir por su espalda, pues allí estaban las ametralladoras; ni por la izquierda, que conducía a la vereda por la que habían llegado y ésta a su vez a la carretera atestada de carabineros; ni tampoco por el frente, donde había “unas quebraduras del terreno que lo hacían inaccesible. Sólo por la derecha, donde nosotros estábamos, cabía intentarlo. Todo se reducía a salvar los cuatro o cinco metros que nos separaban del espeso bosque. Tampoco las primeras ráfagas de fuego podían alcanzarnos. Sánchez Mazas tenía tres presos a su espalda. Yo, sólo dos. Eran suficientes para resguardarnos unos instantes”. Esos instantes que fueron decisivos para salvar las vidas de Rafael Sánchez Mazas y Jesús Pascual Aguilar.